Las hubo de todas las edades y fueron miles las morelianas que gritaron como nunca: ¡nos queremos vivas!

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La marcha se extendió por varias cuadras; el arribo a Palacio de Gobierno duró más de 20 minutos por la cantidad de mujeres que fueron decididas a exigir un derecho básico: la vida.

Foto: Paola Barrera / La Voz de Michoacán.
 

Omar Cuiriz / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Eran las 4 de la tarde, el sol azotaba la cantera de majestuosos edificios levantados sobre la calle más importante de la ciudad, parecía un domingo normal, como todos, a no ser porque un par de mujeres con los labios pintados de morado y un pañuelo verde bien amarrado en la mano, resaltaron entre las decenas de personas que caminaban por las banquetas.

Uno, dos, tres minutos después, mujeres solas, otras acompañadas, y unas más en grupo, comenzaban a notarse más entre la gente. La mayoría vestía de negro, algunas traían enrolladas cartulinas con mensajes, los cuales serían leídos y gritados en punto de las 5 de la tarde.

Pasó media hora de que las primeras llegaron, los alrededores de Las Tarascas ya lucían con grupos de mujeres que hablaban acaloradamente, unas daban instrucciones, otras escribían con gruesos plumones y pintura sobre telas blancas.

Foto: Omar Cuiriz / La Voz de Michoacán.

Los mensajes se replicaban: ¡NOS QUEREMOS VIVAS!

Sobre la Madero, esa avenida llena de altas torres de imponentes iglesias católicas, los pasos de las mujeres que iban tarde, comenzaron a escucharse más a prisa y con ello, una ligera sensación de adrenalina se expandió por el aire.

Un rara emoción que te obliga a pensar, fue lo que sintieron los peatones que, obligados a detenerse por un semáforo, se toparon con dos mujeres adultas y una joven que, al detenerse también para que pasaran los automóviles y, como sí se hubieran puesto de acuerdo, extendieron sus cartulinas que decían: “Estado feminicida”, “Aunque me critiques, lucho por tus derechos”. El semáforo marcó el verde y todos continuaron, ellas a exigir por su vida y los demás -ojalá- se llevaron algo que pensar.

Dieron las 5 en punto y las mujeres hicieron dos grupos: en el primero se desplazó hacia la Plaza José María Morelos, “El Caballito”, no se aceptaron hombres, era un movimiento hecho solo por ellas, quisieron gritar juntas lo que tenían desde las entrañas. Un grito de mujeres. Este grupo lideraría la marcha; la otra conglomeración se quedó en Las Tarascas, ahí había hombres y mujeres que sumaban esfuerzos.

5:15 de la tarde y ya se contaban por miles. Morelianas lo lograban, no fueron cientos, sino miles. Innumerables pies sonarían fuerte ante la vista de los curiosos.

La marcha partió y los gritos comenzaron a llenar los rincones de cantera rosa: “No sea indiferente, matan a mujeres en la cara de la gente”.

Foto: Paola Barrera / La Voz de Michoacán.

Iban a paso lento, se detenían en las esquinas, “El machismo sí es terrorismo”, “Ni una más, ni una asesinada más”.

Más mujeres llegaban y se incorporaban a la marcha, las había de todas las edades, bebés en carriolas sujetadas por una madre; también había adultas mayores que por años vivieron una opresora violencia machista.

Una sobria fachada del Palacio de Gobierno y una impecable Catedral aguardaban su llegada. El suspenso se sentía y una duda flotaba: ¿Qué pasaría cuando llegara esa masa negra y morada que se veía a unas cuadras?

Más de 20 minutos duraron las miles de mujeres en llegar todas a las afueras del Palacio, fueron tantas, que tuvieron que acomodarse a lo largo de 4 cuadras.

Una vez juntas, pasó de todo. Gritaron con más fuerza, lanzaron humos morados, agitaron las pancartas, otras corrieron a pintar los muros para recordar a Ingrid y Fátima. Sobre las aceras se guardó silencio y se observaba, nada ni nadie podía afectar su manifiesto.

Y luego vino el silencio. Las líderes alzaron el puño, y una gigantesca ola de manos cerradas empezó a correr por la avenida y así, todas con los puños en lo alto guardaron silencio, un silencio sepulcral. Después de unos minutos, se arrodillaron sobre el asfalto caliente para honrar la memoria de tantas víctimas de feminicidios.

El sol comenzó a esconderse -ya faltaba poco para las 7 de la noche-, gritos no cesaban y los silencios volvían.

El aire olía a lucha, a memoria, pero también a triunfo: Morelia, una provincia conservadora y la capital de Michoacán, había logrado algo que pasará a la historia: junto a ¡miles! de mujeres y este acto se devolvió la esperanza que, a veces, se cree perdida.

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